Peperina, en los albores del servicio de internet, era uno de los primeros cyber de Córdoba. La Hora valía cuatro veces lo que hoy y las máquinas andaban diez veces más lento.
Con pantallas empotradas a la pared, te sentadas y eras atendido personalmente por su dueño que renegaba de quienes tenian hotmail o latinmail, porque yahoo era mejor. Un ícono de acceso directo te llevaba a las salas de chats de Mirc, casi vacías de argentinos y llena de mexicanos. Si querías hablar con alguien por micrófono, debías avisar con una semana de anticipación, para que el dueño depositara el valor de la llamada a un telefono fijo y asi poder hablar.
Recibir mails era algo tan nuevo que los imprimías, por el costo que llevaba leerlos y porque no era simple desprenderse del soporte papel.